martes, 28 de noviembre de 2006

Loco 2

¿Cómo se me ocurre que iba a conquistarla con un estúpido poema? Yo no tengo un auto nuevo. Ni siquiera tengo bici. Ni dinero. Ni cuerpo de físico culturista o cara de galán de novela con cabellos largos y rubios. Pelos me quedan pocos. Tampoco sé si soy bueno escribiendo poemas, pero tenía que probar porque el que no arriesga no gana.
Personalmente metí el sobre por debajo de su puerta, pues alguien me dijo que el correo es malo. Malo fue quedarme a escuchar cómo se reían juntos de lo que yo escribí. Él estaba ahí. Ése que tiene todo lo que yo no, y solamente por eso puede estar con ella.
No soy rencoroso ni vengativo, pero no me gustó que se riera de mí pues de seguro que él no puede escribir bien ni su nombre. Que se joda por tener un doble apellido tan difícil. Ésta me la voy a cobrar.
En los talleres de química aprendí cosas que sirven para hacer una bomba casera, así que además de rayarle el auto, le instalé una abajo, que se activa con el calor del escape.
Espero que ella no viaje con él, aunque no me interesa mucho pues aún tengo tiempo de volver a enamorarme. Dos meses es toda una vida. Después tengo que volver al instituto porque se me vence el permiso, y si no vuelvo salen a buscarme con policías como si fuera un loco cualquiera, pero nada que ver. Yo ya estoy curado.

Grillo

viernes, 17 de noviembre de 2006

Mañana lo que venga

Reírse de uno mismo a veces ayuda
Pero hacerlo muy seguido
puede volver loco al más cuerdo
Y yo nunca fui uno de esos
Yo ya estaba algo tocado

Tal vez hasta habría llorado
Pero reírse es más fácil
Y ya me harté de reír
Así que pienso mostrarme
Tal como quiero ser

Se acabó la hipocresía
La patética obediencia
Mi fingida cortesía
Las sonrisas dibujadas
Mis excesos de paciencia

Hoy asumo mi locura
Hoy acepto estar enfermo
Solitario sin remedio
Como piedra en el camino
Que carece de conciencia

Si disparo siempre acierto
Si hago daño lo hago en grande
Hoy soy malo y despreciable
Como plaga respetable
Y mañana, lo que venga

jueves, 9 de noviembre de 2006

Perdí la cuenta

“De los archivos secretos de Grillo”

Perdí la cuenta
(Cuento corto)

Infinidad de estrellas en la noche eterna. Eterna es al igual que mi soledad. ¿Cuántos cometas he visto pasar? ¿Cuántas estrellas me faltan contar? ¿Cuándo terminará mi condena, y vendrá alguien a rescatarme?
Llevo siglos esperando que alguien llegue con ganas de llevarme, pero ya nadie pasa por estos lugares. Es que desde que la estrella madre de este sistema cumplió su ciclo y colapsó, este rincón del universo quedó bastante desolado.
Por esas casualidades del destino yo fui testigo de la gran explosión y terminé crucificado en este planeta que alguna vez estuvo lleno de vida y hoy es solo una pequeña masa de hielo que flota errante en la nada.
Mi cuerpo quedo atravesado por el acero de mi nave, y ardí como una brasa durante mucho tiempo. Fogonazos de dolor me encandilaron y creí que me volvería uno con el fuego, pero no fue así. Aclaro que mi raza fue maldecida con el don de la inmortalidad, y por eso quedé prisionero eternamente bajo las capas de hielo que se fueron formando sobre la superficie de este planeta cuando su sol finalmente se apagó. Aún así puedo ver las estrellas pues la capa de hielo que me cubre es transparente. No puedo moverme. Lo raro es que ni siquiera puedo sentir el frío de la prisión que me rodea. No puedo hacer nada mas que mirar al frente.
Por eso cuento estrellas para no aburrirme. Si pierdo la cuenta, empiezo de nuevo. No es que me sobre paciencia, lo que me sobra es tiempo, mucho tiempo...

E.M.B
10-04-2000

miércoles, 8 de noviembre de 2006

Servilletas platónicas

Me puse a beber pensando en ti. Pero de un momento a otro la bebida y los recuerdos empezaron a escasear. Eso no fue un problema pues mis ganas de embriagarme desaparecieron junto con mis ganas de recordarte. No es que tome para olvidarte, pero es bueno cuando pasa. Cuando tomo, y cuando te olvido; aunque dure muy poco.
Es entonces cuando tomo una servilleta de papel y escribo algo como esto, para demostrar que ni siquiera cuando te olvido dejo realmente de pensar en ti. Que ni siquiera ebrio pierdo la capacidad de escribir estupideces. Y que los amores platónicos existen, aunque más no sea en una servilleta de papel escrita.

Grillo