Me preguntaste cómo estaba y te dije “medio en el horno, medio en el limbo”
Te reíste y me reí sin saber por qué. Era el segundo día de invierno.
Empezaste a divagar y entre tantas idas y venidas me dijiste “yo soy con la que nadie quiere soñar”.
Yo que contaba bufandas salí de mi trance y te prometí que esa noche iba a soñar con vos.
Ese fue el comienzo de mi mejor pesadilla.
Lo que pasó a continuación ahora es irrelevante, pero cuando finalmente pude dormir después de un par de pastillas intenté cumplir mi promesa y ya nada volvió a ser lo que era.
Apareciste frente a mí, o frente a lo que tal vez era yo, y sin preámbulos te dije: “Si te entendiera no tendría que mentirte cada vez que te veo para poder meterme en tu cama. Si te entendiera y me tomara en serio lo que decís ya me hubiera matado. O te hubiera matado. Así que por favor quedate callada y besame que hace frío y ya viene el tren. No me preguntes más si te entiendo. Yo japonés no hablo.”
Un tren apareció de la nada y te pasó por arriba. Triste al ver que no se detuvo me puse a recoger tus pedazos, sólo para matar el tiempo hasta que viniera, o viniese o como se diga, otro tren y me pudiera ir de ese quién sabe dónde.
Descubrí que vos no eras vos y sólo juntaba partes de una foto tuya. Una que tengo pegada detrás de mi puerta. Estás con una remera de Rob Zombie que nunca te vi usar. Empecé a recordar lo que pasó antes de dormirme sin saber si eso era parte de mi sueño o no. Pero estaba bien seguro de que estaba dormido y cumpliendo mi promesa. Tal vez si te pedía disculpas aparecías de nuevo frente a mí.
Comencé a buscarte pero terminé buscándome yo al caer en la cuenta de que estaba perdido.
Encima se me hacía tarde y el tren no llegaba. Guardé los restos de tu imagen en un bolsillo interno de los tantos que tenía mi saco. Esto no es importante, pero siempre quise tener un saco con muchos bolsillos internos. Caminé por la nieve hasta llegar a lo que parecía tu casa. No pude recordar el número de tu departamento así que empecé a apretar uno por uno pero los botones se hacían infinitos y cada vez eran más voces las que preguntaban “¿quién es?”.
Como no supe qué responder me fui a otro lugar a pensar quién era. O quién o qué soy.
Para no perderme fui dejando pedacitos de tu foto por el camino. Y mientras me desprendía de vos me iba olvidando el porqué de mis disculpas. Finalmente amaneció y decidí despertarme.
Eso es todo.
Te vuelvo a encontrar hoy después de un tiempo y me preguntas cómo estoy. Decido no contarte nada del sueño y me pongo a clasificar las hojas secas del piso con la vista.
Vos hablas de algo y yo no quiero interrumpirte. Odiaría tener que decirte que no cumplí mi promesa. Peor sería tener que pedirte disculpas por lo que te dije. Mejor me callo, total esta noche duermo en tu cama y ahí siempre tengo buenos sueños. Con tu prima.
E.M.B.
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